El mundo de las invitaciones de boda ha cambiado mucho desde que en la Edad Media un pregonero anunciara el enlace de los contrayentes a voz en grito en la plaza del pueblo. Hoy hay infinidad de formas, estilos y diseños para crear un detalle que se considera imprescindible en cualquier boda actual.
Fue a partir de los siglos XVII y XVIII cuando las invitaciones de boda fueron pasando al papel. Sin embargo, todavía era un detalle propio de las élites sociales, ya que eran los únicos que tenían acceso a la posibilidad de aprender a leer y escribir. Unas invitaciones cuyo sobre se cerraba con el sello del escudo familiar.
La impresión tipográfica y la litografía
Para la escritura de estas invitaciones se utilizaba la impresión tipográfica. Este tipo de impresión se realizaba a tinta o con un grabado. Pero todo cambió cuando, a finales del siglo XVIII, aparece la litografía, lo que implicó el uso de productos químicos para hacer imágenes y obtener unos resultados mucho más rápidos y nítidos.
Las invitaciones de boda se entregaban a mano o a caballo debido a la poca fiabilidad que aún tenía en ese momento el servicio postal. Se acompañaba de algún regalo o incluso de alguna pieza de joyería alusiva al acontecimiento a celebrar.
La termografía fotográfica
La llegada en el siglo XIX de la termografía fotográfica volvió a revolucionar el concepto de las invitaciones de boda. En la foto, la termografía se usa para crear letras en relieve, un proceso que permitía diseñar nuevos efectos para que el contenido de la invitación fuera mucho más atractivo.
Ya en el siglo XX, las invitaciones se hicieron mucho más coloridas. Las fuentes se volvieron más modernas y los colores más brillantes. Si en un principio los diseños eran creados por la propia familia, a partir de ahora era la imprenta la que se encargaba de mostrar una gran variedad de diseños a los clientes.
Es así como hemos llegado hasta hoy, una época en la que podemos ver ya incluso invitaciones de boda de madera y de diseños de todo tipo.
Las invitaciones de boda se han convertido en un elemento fundamental en cualquier enlace. De hecho, se suelen entregar entre tres meses y un mes y medio antes de la celebración (si los invitados viven en una ciudad distinta al evento) o con un mes de antelación si viven en la misma ciudad.
Son junto con los regalos para los invitados (ahora hay también una gran variedad de ellos, originales como por ejemplo las perchas de boda) elementos que no pueden faltar en cualquier celebración y que los novios eligen con suficientes meses de antelación al evento.